sábado, 27 de febrero de 2010

half of what i say is meaningless


En los sitios de playa, lugares cuyo principal atractivo consiste en la sudoración extrema al borde del agua fría, que el día se levante nublado supone una especie de penitencia que invita al embotamiento intelectual posible sólo durante las primeras horas.
Después, toda actividad queda reducida al más profundo conocimiento del techo, de su equilibrio, su resguardo. En la visión de su tersura asentimos ante las faltas cometidas y a la espera de que salga el sol, tratamos de redimirlas.

La espera.
A esta la conozco bien, habla con frecuencia de las cosas pequeñas, de los grandes pensamientos que se fraguan en tinieblas.
Las nubes viajan deprisa desde el cielo hasta la sábana.
Imagino al sol radiante descansando por ecima de
todas las torpezas.
En mi sitio le hablo quedo, le ruego que no se arrepienta:
Asómate pronto mi joya, Rey de toda la belleza.

jueves, 18 de febrero de 2010

She's not coming Home tonight



Pasa todo el rato.
Ya no viene a casa.
Desde mediados de julio del año pasado no nos hemos vuelto a besar. Sí nos hemos cruzado por la calle.
El
año pasado. Besarla entonces era como besarme un brazo.
Sentado en la cama por la noche, a veces leo capítulos enteros pensando en ella. Luego me apoyo el libro sobre el vientre y me permito volver a pensarla hasta que empieza a ser molesto.

Prefiero fumarme algún cigarro en la cocina mirándome los brazos bajo la luz fuerte.




Me jura y perjura que hay otra vida después de la muerte y yo me río en su cara.
Después me quedo dormida.
Él piensa mucho. Y muy bien.
Su boca es tierna y desde ella se desprende la más elegante de las voces.
Tiene un tono quedo que hace juego con sus piernas, cuando las cruza.


Dice que mi rostro describe mi voz.

Cuando me habla así oigo cómo se derrumba un edificio al otro lado del país.


http://open.spotify.com/track/63TF2Dnfh3zG3oVWhyXZ7p

lunes, 15 de febrero de 2010

You Can Have whatyouwant


El señor J. trabaja de pianista en el bar de un hotel de montaña cerca de los Pirineos. Lleva allí varios meses pero vive despreocupado por tener constancia del tiempo. No le molesta la gente pero tampoco le agrada la compañía, le gusta hablar porque no le interesa lo que quiera decir nadie. Está triste y toca el piano tan bien que sus manos parecen seres salvajes capaces de llegar al fondo de cualquier melodía hasta dejarla desnuda. Casi de una manera obscena pero con la más suprema suavidad de la piel de un tigre. Así de salvajes.



Cuando conocí al señor J. me preguntó por qué me iba, si no me gustaba lo que tocaba. Lo hizo con un gesto de inocencia tal que no pensé que fuera una broma. Pero es que tampoco lo era porque el señor J., a sus 60 años, con su pelo blanco y su traje pasado de moda, no tiene el sentido del humor obsoleto. Es que nunca ha tenido sentido del humor. Se ríe de la palabra bragas, se rie de cómo masco chicle, pero se asusta de todo lo que no sean las teclas del piano, las canciones de Chopin o sus leves recuerdos de una incierta nochevieja en la que se vistió de esmoquin.



El último día me lo encontré de camino al coche, lo tenía aparcado justo a mi lado y me dijo que lo acompañara a escuchar la canción de Casablanca. Me senté junto a él preparada para salir corriendo en cualquier instante. Al comienzo de la melodía me relajé, entendí que el señor J. estaba desmemoriado, viejo, aturdido, y que sólo era un hombre que vivía en la montaña y se acostaba pensando que dentro de un rato habría que levantarse.

El olor de café en su aliento, el tono de su piel seca y su voz ajada.
El señor J. repetía
mi coche, mi coche, las manos le delataban.



jueves, 4 de febrero de 2010

Fête, réunion, spectacle

Amusement


Distraction

Délassement


Réjouissant


Plaisir



Récréation


Bagatelle


Jeu



Ébats



Passe-temps


mais surtout

V E R I T É