domingo, 28 de marzo de 2010

CUORE


Cuando la verdad apremia adquiere dimensiones instantáneas muy diversas.
El pan es una verdad innegable. Tiene forma, se toca y cumple una función de crucial importancia: sacia. Esa verdad consigue un talento físico y palpable pronto, no de manera instantánea pero una vez hecha, la barra de pan encierra en si misma la inmediatez del bocado.
Cuando el hambre apremia hacemos uso de la verdad para calmarlo.

Me pregunto entonces por el paradero (y por el panadero también me pregunto) de aquellos que un día se sentaron, no sé si bajo un árbol, y dijeron: a esto lo llamaremos pan, a esto lo llamaremos hambre, a esto lo llamaremos paz y a esto otro verdad innegable.
Son todos estos, conceptos arrojados a nuestra realidad. Arrojados desde algún balcón como el agua de los cubos de esas señoras, que fluyen del aire a las aceras, se escurren hasta las alcantarillas y mientras dura su recorrido, antes de sercarse al sol de la mañana, nos hacen resbalar de improviso. De pequeña repasaba al acostarme cada palabra aprendida durante el día.
Hay un concepto preferido del que muchos dirían "es la base de las cosas mismas", incluso del pan. Es este un concepto enorme que trasciende los significados del mundo y dota de sentido a otros conceptos tan feos como la desaparición eterna. Hablamos de él sin descanso, sin reparar en la magnitud que esta palabra entraña, qué bonito, hasta las entrañas, porque lo usamos para todo, como las balletas de la cocina, del suelo al plato, del plato a la pila.




Hoy, domingo soledado de marzo de este año cuya cifra me da escalofríos escribir, AMOR mío, dónde estarás.

domingo, 21 de marzo de 2010

Opus 40



Las cosas esperan su turno. Hablo de las cosas que se tocan, no del amor y demás ensoñaciones.
Porque a veces llegan a tu vida objetos que no entiendes. Cositas concretas que no vas a utilizar nunca, piensas, hasta que ese momento infinito y negado te toca en la espalda. Ay nunca, viejo amigo, en cuántas ocasiones hemos acabado viéndonos las caras.
Te me has presentado risueño varias veces y has mencionado algo de que te llamabas "hoy".
Y justamente hoy he acabado usando ese cachibache roto que adquirí de contrabando en un mercado junto a la costa. Vendían objetos llenos de humedad, mugre, objetos en contacto con sustancias ante las cuales mi madre me taparía la boca y los ojos. Miro el cachibache y lo examino, me recorre un suspiro toda la espalda cuando trato de fijar un número para la cantidad de manos sucias que lo poseyeron y que ya no viven para contar cómo lo encontraron. O de cómo esta pieza de materia ha servido largas conversaciones a la mesa, ha poseído ella la verdad sobre la vida. Porque ha persistido, ha sobrevivido a sus dueños.
La existencia en un trozo de metal sin duda ha de ser fría.

Esas manos que recreo están ahora en la cima de todos los cuentos que me invento.
Orquestan la imaginación de todo el que se precie.

¿Véis danzar sus dedos en el cielo? Templan la nostalgia, nunca se entristecen.

viernes, 5 de marzo de 2010

Mi padre se llama Jesús


Mi padre ha llevado gafas toda la vida. Toda la vida mia, claro, que él nació sin gafas y su vida comenzó entonces. Lo que es para mi toda la vida es una risa para mi padre, así que no quiero ni pensar en las carcajadas que se echan a mi costa los abuelos en el cuarto de estar . Porque ese cuarto es para estar y en ese ambiente las risas se desenvuelven bien. Tiene gracia porque en casa de mi madre, cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo nos pasábamos la vida en el cuarto de estar, que para mi era más "elcuartodestar", solía pronunciarlo siempre todojunto y rápido porque permanecer en esa pequeña estancia suponía un estado muy particular y concreto que no podía venir dado por más de una palabra. No sé si se entiende lo que digo. Allí había un teléfono verde muy ochentero digno de pertenecer a una mujer soltera, al que mi padre llamaba cada jueves. Yo era la primera en cogerlo y decirle: Señor, quién es usted, ¿pero es que no se da cuenta de que en esta casa sólo viven señoritas y podría ser un escándalo que nos descubrieran hablando con un hombre? O cualquier tontería de niña pequeña que echaba de menos a su papaíto y se ponía muy nerviosa cuando aparecía por sorpresa en la puerta algún sábado por la mañana que no correspondía, le tiraba fuerte de la nariz y durante unas horas estaba tan contenta que le miraba todo el rato a la cara hasta exasperarle y conseguir que finalmente él tuviera que levantar la voz para frenar aqulella situación. No me importaban los gritos, me gustaban los gritos de papá.

Menos aquella mañana. Entonces muchas cosas cambiaron. Cuando bajamos al portal mi padre estaba de espaldas. Le habíamos hecho esperar veinte minutos, aparecimos un poco despeinadas, con los cuadernos de matemáticas bajo el brazo. Abrimos la puerta enorme de los barrotes fríos, él se giró, despacio, un pitido agudo perforó nuestras orejas infantiles, apretamos los puños, aguzamos la vista. Nos miramos entre nosotras, no sabíamos qué decir.

Ahora sí, pero quién era aquel extraño caballero.

Elegante.



Mi padre se había cambiado de gafas.
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