miércoles, 20 de julio de 2011

El urbanismo: aprender a contener el sentimiento guerrero.


De tu casa a mi casa he escogido un nuevo camino por el que he vuelto las noches que nos hemos visto desde que no estamos juntos. Es un camino más corto y más solitario.
Las dos veces que lo he recorrido me he parado en la misma esquina a punto de llorar. Pero las lágrimas al final nunca acaban de asomar y eso me inquieta porque me paro en la calle con el deseo verdadero de soltarlas. Pero no puedo. Sigo andando y escucho canciones que no están en nuestro imaginario. El ruido de los coches se escucha de fondo, recuerda la realidad, lo impasible que permanece todo a pesar de todo.
Te he tenido que pedir que me abraces fuerte, cojones, y al final has acabado dándome un par de palmaditas en la espalda mientras yo te he besado un hombro.

Me acuerdo ahora de tu cara y suena a Shubert. Pero no era eso lo que tocaba tu madre al piano cuando hemos entrado a dejar a Yoyo.

Cruzo una calle, tras otra calle, tras otra calle y repaso las cartas de amor que quiero escribirle a las personas a las que quiero esta noche: a Carmen, a Tony, a mi padre.

Esta es la tuya. Es la única que he escrito, en realidad.