sábado, 28 de noviembre de 2009

There's no you

Papá
sólo estuvo una vez
en Barcelona.

martes, 24 de noviembre de 2009

Alma, corazón y vida

















Mi abuelo lleva un reloj de muñeca que dice la hora en alto y a en punto siempre me pega unos buenos sustos.


Cuando aún no le fallaba la vista y podía conducir su Opel Kadett rojoradiante, nos tenía prohibido bajar las ventanillas en carretera o subir los pies al asiento. Nos llevaba hasta un gran campo que quedaba cerca de la carretera de Chinchón, nos soltaba a correr y volvíamos a casa con un fuerte aroma a tomillo en las manos, muchas margaritas pochas en la mochila y algún que otro azote en el culo.

Despertarse el domingo era escuchar "Contigo aprendí" viajando por el pasillo, despacito desde el salón, hasta golpear con gracia la puerta del cuarto.
Entonces entraba Lili y nos barría la cara a lametazos.


Contigo aprendí que existen nuevas y mejores emociones.
Contigo aprendí a conocer un mundo nuevo de ilusiones.
Aprendí que la semana tiene más de siete días
a hacer mayores mis contadas alegrías,
y a ser dichoso, yo contigo lo aprendí.

Contigo aprendí a ver la luz del otro lado de la luna.
Contigo aprendí que tu presencia no la cambio por ninguna.
Aprendí que con un beso ser más dulce y más profundo.
que puedo irme mañana mismo de este mundo,
las cosas buenas ya contigo las viví.
Contigo aprendí que yo nací el día en que te conocí.

domingo, 8 de noviembre de 2009

A l g u i e n m u y v a g o

Cuando mi abuela venía a darnos las buenas noches al cuarto y nos tapaba con la sábana hasta arriba, mi hermana siempre le decía que no hacía falta, que era verano, que íbamos a morirnos de calor. Utilizaba además la palabra "morirnos" y a mi abuela se le cambiaba el gesto, le costaba volver a sonreír, nos besaba en la frente con una especie de mueca en la cara.
A veces se quedaba un buen rato antes de apagar la luz y nos hacía preguntas: que si nos había gustado la cena, que dónde habíamos estado por la tarde, qué tan guapa era la hija de Pepa y Vicente, los de la casa a la entrada de la playa. En una ocasión mi abuela nos había contado la historia de cómo conoció a una hermanastra suya cuando tenía 37 años y nuestra madre sólo era una mocosa.
Nos habíamos quedado dormidas.
Cuando llegó hasta la puerta para irse a dormir, antes de que la cerrara me desperté y vi desde mi sitio cómo ella, contemplaba tumbados nuestros cuerpos menudos y tibios en el silencio que dejaba la brisa al entrar por la ventana mal cerrada.
Se acarició los labios y dijo
Quién inventaría la cama, ¿verdad?