Mi padre ha llevado gafas toda la vida. Toda la vida mia, claro, que él nació sin gafas y su vida comenzó entonces. Lo que es para mi toda la vida es una risa para mi padre, así que no quiero ni pensar en las carcajadas que se echan a mi costa los abuelos en el cuarto de estar . Porque ese cuarto es para estar y en ese ambiente las risas se desenvuelven bien. Tiene gracia porque en casa de mi madre, cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo nos pasábamos la vida en el cuarto de estar, que para mi era más "elcuartodestar", solía pronunciarlo siempre todojunto y rápido porque permanecer en esa pequeña estancia suponía un estado muy particular y concreto que no podía venir dado por más de una palabra. No sé si se entiende lo que digo. Allí había un teléfono verde muy ochentero digno de pertenecer a una mujer soltera, al que mi padre llamaba cada jueves. Yo era la primera en cogerlo y decirle: Señor, quién es usted, ¿pero es que no se da cuenta de que en esta casa sólo viven señoritas y podría ser un escándalo que nos descubrieran hablando con un hombre? O cualquier tontería de niña pequeña que echaba de menos a su papaíto y se ponía muy nerviosa cuando aparecía por sorpresa en la puerta algún sábado por la mañana que no correspondía, le tiraba fuerte de la nariz y durante unas horas estaba tan contenta que le miraba todo el rato a la cara hasta exasperarle y conseguir que finalmente él tuviera que levantar la voz para frenar aqulella situación. No me importaban los gritos, me gustaban los gritos de papá.
Menos aquella mañana. Entonces muchas cosas cambiaron. Cuando bajamos al portal mi padre estaba de espaldas. Le habíamos hecho esperar veinte minutos, aparecimos un poco despeinadas, con los cuadernos de matemáticas bajo el brazo. Abrimos la puerta enorme de los barrotes fríos, él se giró, despacio, un pitido agudo perforó nuestras orejas infantiles, apretamos los puños, aguzamos la vista. Nos miramos entre nosotras, no sabíamos qué decir.
Ahora sí, pero quién era aquel extraño caballero.
Elegante.
Menos aquella mañana. Entonces muchas cosas cambiaron. Cuando bajamos al portal mi padre estaba de espaldas. Le habíamos hecho esperar veinte minutos, aparecimos un poco despeinadas, con los cuadernos de matemáticas bajo el brazo. Abrimos la puerta enorme de los barrotes fríos, él se giró, despacio, un pitido agudo perforó nuestras orejas infantiles, apretamos los puños, aguzamos la vista. Nos miramos entre nosotras, no sabíamos qué decir.
Ahora sí, pero quién era aquel extraño caballero.
Elegante.
Mi padre se había cambiado de gafas.
http://open.spotify.com/track/5PoUl8Utd5MDmb4ef0rNwL
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Ay por favor. Quiero seguir leyéndolo.
ResponderEliminarOh!Cual no fue mi sopresa un dia a los 5 años, cuando en vez de mi madre, vino a recogerme al cole una chica joven, guapisima, de flequillo recto y pelo...naranja zanahoria! Señorita! Que ha hecho usted con mi mama?
ResponderEliminarEsta mañana he encontrado los pasaportes de mis abuelos y allí estaban ellos, año 54 , con sus wayfarers graduadas.
ResponderEliminarHa sido un post estupendo. Felicidades por el blog.
http://www.buscandosalidas.wordpress.com
Va mejorando esa prosa. La mejor entrada hasta ahora, especialmente el principio. ;-)
ResponderEliminarTiene buena pinta "elcuartodestar", debe estar lleno de historias fascinantes!
ResponderEliminarQué bonita la canción. Saludos!
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