domingo, 12 de septiembre de 2010

Claro que existió


Existió un tiempo, claro que existió.

En el que yo subía las escaleras de ese garaje de la mano de mi padre, haciendo carreras con mi hermana para ver quién conseguía hacerle reír más fuerte.
Claro que existió un tiempo.
Más tarde, cuando viví en su casa, en la habitación pequeña del fondo, junto al baño, la más oscura de todas las estancias, pasé por delante de aquel garaje alguna vez. Pensé que no quedaba tan lejos llevar a mi padre de la mano hasta aquellas escaleras para hacerle sentir mejor.
Son cosas que se piensan y que no se hacen. Qué vergüenza llevar a mi padre de la mano, por la calle, a cualquier sitio.

Pero la vergüenza es otra, la que ha hecho de los recuerdos una caja de mentiras.
Las cosas que fueron, ¿sólo están en la memoria? Escaleras de mi vida, ¿os acordais de nuestra historia?

Mi padre tenía un gesto, que he imitado desde entonces, una risa insatisfecha y unos ojos prendedores.