jueves, 11 de agosto de 2011


Estás tan quieto, parado, con la tez blanca y la ropa oscura.
El gesto tuyo es más duro y con la mirada azul recorres todo lo que queda por encima de mi cabeza. Y de la de cualquiera que te mire.

Pasarán por lo menos tres años hasta que vuelva a buscar esta foto. Si me la encuentro antes creo que se me contraerá el pecho en un movimiento lento, duradero, que conecte con la memoria y con mis ganas de vivir de entonces. Que son las de ahora. Y que son en cierto modo las de antes, pero un poco más débiles, puede.
Eso es por el propio cuerpo, que nace, absorbe y herido, en un punto, deja de agitarse.

Pero tú permanecerás inmóvil, discreto, sobre el papel del recuerdo que yo ahora sostengo en la mano.
Y nadie más dará fe de este momento, que bien me ha valido más de 140 palabras para poder explicarlo.