sábado, 30 de enero de 2010

4, 5, 6, 11 and 12




Dice mi abuela que cuando cumplió 25 años el tiempo se enfadó con ella y empezó a actuar como si le estorbara su presencia, corría más rápido de lo normal y daba la impresión de querer deshacerse al calor de la comida recién hecha.
Contemplar como hacía, con descaro, la suave danza del tiempo, se volvió tarea de valientes.
El tiempo ya no le agarraba de la cadera, la despreciaba y desde entonces hasta hoy, mi abuela dice que ha sentido en el tiempo la más grave de las pérdidas.

Todo esto lo cuenta mientras seca los platos y guarda las servilletas, arrastra las zapatillas y se rasca la entrepierna.



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